Solté, pero no sin aprenderme la voz y el olor de quien me maltrató.
Y aunque las secuelas duelen, se proyectan en nuevas caras y nuevas despedidas, solo esto segura de que no fui mala, es más, me quedo con el hecho de saber que o sí le quise.
Amé tanto y tan fuerte que mi alma vivió en dos sitios al mismo tiempo, y ahora aunque maldigo el albergue en donde la sembré, en su momento fue real, en su momento fui honesta.
A veces me hacen creer que haber huido me dejó inválida de alguna manera, como si ahora debiera usar muletas, y que las demás personas caminan a una velocidad normal, pero a mi me cuesta más trabajo fingir que puedo seguir su paso.
Las palabras "no puedes", "no es momento", "no estás bien" me persiguen a todos lados, como si cargara un peso muerto a cualquier lugar a donde vaya, porque eso fue lo que me quedó, un cadáver del inmenso amor que sentí, lo cargo como un bulto inerte que me estorba y me hace más lenta.
Le quise, y solo Dios sabe cuanto, le quise tanto que me volvía loca, le juré amor, le prometí un amor tan sincero y bello que se me escapó de mis bolsillos todo cuanto poseía.
Le amé tanto que aún duele su recuerdo, como una costra que no consigue convertirse en cicatriz.
Le amé cada día a cada hora, en cada momento cuando estuvo en mi vida, le amo tanto con todo mi corazón que su risa era mi risa, y su nombre era mi oración antes de dormir.
Le maldije también, le deseé todo lo malo y horrible que pudiera pensar, muchas veces lo di por muerto, pero solo me engañé a mi misma.
No sé por qué sigo escribiendo sobre lo que hizo, sobre algo que ya no es parte de mi desde hace mucho, a veces pienso que esa herida es de las que tardará años en sanar.
No le amo más, pero sé que aún existe su presencia de alguna manera, ya no como aquél a quien le escribí durante un año, sino como un fantasma que me acecha, que busca atormentarme, que se mete a mis sueños y los convierte en pesadillas.
Ahí sigue y todavía no comprendo si será algo con lo que tendré que aprender a vivir o si existe algún tipo de solución.
Amé a un psicópata narcisista y con eso, me dañé a mi misma, ahora me corresponde rehacer mi vida desde los pedacitos útiles que quedan todavía.
Solo Dios sabe cuánto, solo Dios sabe cómo...
Él ya no existe en mi vida, sin embargo... todavía existe.
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