martes, 11 de septiembre de 2018

Manifiesto comunista

Hace meses que te dejé atrás,
solo quedaba pendiente la carta de despedida que jamás supe si había sido leída,
yo me dejé arrastrar por las olas y quise alejarme mucho de ti,
y huí, en silencio, sin explicaciones, sin reclamos, pensé que sería lo mejor.

Fuimos egoístas, dos rotos,
dos sombras de lo que alguna vez había sido una sonrisa tratando de pegarse de nuevo,
solo fuimos unas gotas, unas horas de sinceridad.
Pero alteraste los químicos de mi cerebro, y te metiste donde fue imposible extirparte,
porque te grabé cada centímetro, el tacto, el dulzor, la suavidad,
todo lo hermoso que representabas, se quedó intacto en mi mente, como grabado en las paredes.

Te recordaba con dudas, con coraje, te guardé con lágrimas y mucho arrepentimiento.
Era imposible para mi empatarte con algo malo, aunque lo hayas sido, jamás quise hacerlo,
quise mantenerte con un recuerdo puro, algo precioso que debía ser escondido, algo que debía resguardar en un cofre para después soltarlo en el mar.

Pero ahí estás brillando, casi lastimando mis ojos, siendo todo lo hermoso y bello que he conocido.
Y si esta ha de ser nuestra despedida final, pues bienvenida sea, puesto que quise soltarte una vez,
y estaré preparada para la segunda, aunque te lleves mis huesos y se los des de comer a las sirenas.

Si te pudieras ver con mis ojos, si pudieras sentirte con mis manos, si te pensaras como te pienso,
solo entonces podrías entender por qué eres algo increíble, un ser hermoso a quien debo proteger no importa lo que pase.

Pero eres solo un sueño, una ilusión a las 2 de la madrugada, solo una hora hablando de asesinos y banalidades, yo mirando cada milímetro de tu cara, y tú mirando el suelo.




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