domingo, 13 de diciembre de 2015

Café del centro

Quisiera ser de esas chicas de cafetería de las que habla Murakami.
Entré a mi cafetería favorita, es un lugar pequeño, la música y el ambiente me recuerdan a una cabaña, quizá a un abrazo. Es un lugar tibio, acogedor, es mi lugar seguro.
Pedí algo de comer y un café americano cortado, lamentablemente al chico se le olvidó agregarle leche, así que tuve que ponerle sustituto de crema, lo importante aquí es que el café estaba caliente y la comida estaba sabrosa.
Creo que va la misma gente de siempre a ese lugar, todos hablan en tono uniforme, nadie grita, nadie ríe a carcajadas, todos estamos en el mismo lugar con la excusa de tomar un café, pero en realidad creo que estamos buscando lo mismo, sentirnos acompañados aunque no estemos juntos.
Quisiera ser un a chica de cafetería, la excéntrica que encuentras de vez en cuando, la que no tiene que dar explicaciones de su desaparición, porque al final sabes que la volverás a ver, como si nada hubiera pasado.
Ella, la chica que viste de negro, la que cambia su cabello de color, la que siempre va sola y pide un café del tamaño del abrazo que quisiera recibir.
Me quedo viendo a un punto neutro, donde no cruzo mirada con nadie, solo, de vez en cuando, volteo a ver a los encargados del café, como agradecimiento.
Caliento mis manos con la taza, suspiro, reviso mi celular, aunque se que nadie me ha enviado mensaje.
Pido la cuenta, y dejo propina, no conozco a los encargados pero quiero mucho ese lugar.
Es mi lugar feliz

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