Que duele el estómago de hambre hasta que se vuelve náusea
Hace frío porque aquí no pega el sol y se mueren las plantas
La ropa que no he lavado tiene ese olor que apenas puedo percibir y me obliga darle la razón a mi mamá.
Todo eso que me daba credibilidad es lo único a lo que me aferro ahora
Porque nadie debe saber qué hay debajo de la costra
Me arranco las pequeñas canas que me veo nacer, no importa si vuelve a crecer o no
Volteo compulsivamente a revisar mi maquillaje, el delineador en lápiz se corre aunque bostece
Los zapatos ya no me hieren del dedo chiquito de los pies.
Mis vestidos ya no me gustan, ni la forma en la que visto
Cada centavo se guarda y se cuida como agua en Monterrey
El cuerpo va cambiando de nuevo, aunque haya cuidados, aunque haya medicamentos
No le veo el caso a dejarme crecer el cabello si no habrá recompensa pronto
Se siente más bien como un calambre, algo envarado, que no le ha llegado oxígeno o no le ha circulado la sangre a mis piernas
El corazón late con fuerza antes de dormir, como si alguien estuviera a punto de entrar a la habitación en cualquier momento y me de sentencia de muerte.
He rezado estas noches y sé que funciona cuando no recuerdo la respuesta de la oración
A veces no sirve el truco de hacer tierra cuando las cosas dan vueltas y llega el mareo
Dolor de huesos, aunque nunca he cargado un costal de cemento, se que ha de pesar bastante.
Poner música me hace sentir acompañada, pero prefiero estar en silencio, aunque el vecino de abajo no coopere.
Me pregunto porqué recurro a Dios para la serenidad y calma y porqué lo abandono cuando la mar está serena y la balsa reboza de peces.
Sé que sigo siendo bendecida
Sé que he sido soberbia
No estoy triste, no estoy derrotada, no estoy tullida ni enferma
Estoy y con eso basta
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