martes, 1 de mayo de 2018

La mañana siguiente.

A la mañana siguiente se transpira la incertidumbre
a la mañana siguiente ya no hay perfume ni buenos días.

A la mañana siguiente surge la urgencia de retirarte, con las manos vacías que cargan amor propio.
A la mañana siguiente ya no quiero saber tu color favorito, ignoro tus medallas y tus sueños.

A la mañana siguiente regresamos a ser vagabundos que jamás se toparon en la vida del otro,
Somos desconocidos, somo banales, somos palabras incómodas, 
Nos convertimos en un "tengo que irme ahora".

Creo que nuestro mecanismo de defensa nos ha hecho más ásperos, unos insensibles torpes que no deberían de volver a cruzar palabras en lo que queda de los tiempos hasta que el infinito nos alcance y no debamos de abrir la boca nunca más.

A la mañana siguiente buscar decencia, buscas olvido, buscas saltar por la ventana.
A la mañana siguiente el olor es bochornoso, el calor es desquiciante.

A la mañana siguiente es mirar la hora en el reloj de muñeca de reojo,
es sonreír hasta que parezca razonable aquello que no tuvo lógica, es sonreír a plazos forzosos, es mentir viendo a los ojos, es el protocolo maldito.

Y tu cara, mi cara, la cara de todos los que han sido testigos, y los que serán próximos a vivir la mañana siguiente, como un círculo asfixiante de diferentes voces, diferentes manos, diferentes nombres, diferentes sábanas.

A la mañana siguiente nada importa.


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